El enfoque territorial impone una visión de largo plazo

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El enfoque territorial impulsa la definición de un modelo de futuro, un proyecto de sociedad que se realiza en el territorio / IICA, Proterritorio, 2013

Las múltiples alternativas de desarrollo que pueden ser visualizadas hacia el futuro de América Latina, particularmente del sector rural, conducen a un interrogante muy fuerte sobre la necesidad de contar con una visión clara del desarrollo pretendido o deseado para la región. En esencia, la definición de la importancia y necesidad de contar con una visión de largo plazo, con una aproximación a lo que puede ser el sueño de una sociedad latinoamericana en sus características en sus condiciones y en sus atributos, la visión de largo plazo, el proyecto regional, nacional o el proyecto local, debe comprender los elementos esenciales que motiven, jalonen y articulen los distintos componentes del desarrollo. 

La visión generalmente aplicada de que el comportamiento de las economías y los mercados determinaran, en términos de una asignación racional y justa, a cada quien de acuerdo con su propia capacidad y ventaja comparativa, es contraevidente con la realidad es que nuestros pueblos. Cada vez mas se requiere una visión coherente y consistente de lo que ha de ser su futuro. Esta visión de largo plazo tiene origen político y se enraíza en la historia tradiciones y cultura y potencialidades de nuestras propias riquezas, patrimonios y capacidades, para contar con visiones compartidas de muy largo plazo, que generen acciones, permitan unir esfuerzos y constituyan la base de una integración de los pueblos latinoamericanos.

Es por esto que la pregunta sobre el papel del medio rural y la visión de su inclusión dentro de un modelo general de desarrollo es fundamental, e igualmente es fundamental darle coherencia, abrir espacios de dialogo, espacios de discusión y concertación que permitan que podamos tener una visión de futuro, una visión de caracterización de nuestra sociedad y de los procesos que debemos empujar para lograr una sociedad equilibrada, justa con características y atributos propios de lo que es ese mundo rural latinoamericano. 

El modelo modernizante urbano de América Latina

Si nosotros miramos la historia de cómo se han ido constituyendo los distintos modelos de desarrollo, encontramos elementos comunes a la forma como se indujeron procesos para la construcción de los espacios regionales y nacionales que tenemos en estos momentos en nuestros países Es fundamental comprender las dinámicas que han tenido estos modelos de desarrollo y su impacto sobre el medio rural, para prever las estructuras del futuro o proyecto regional, nacional o local para el medio rural.

La revolución silenciosa de la población en América Latina

Es evidente que uno de los grandes cambios que ha tenido la población en América Latina, este marcado por el proceso de rápida urbanización de nuestras naciones. Las cifras indican como, en tan solo medio siglo se invirtieron las distribuciones espaciales de la población entre la predominancia de población dispersa en el medio rural, a poblaciones concentradas en grandes y medianos centros urbanos de carácter metropolitano. Hoy América Latina cuenta con ciudades que superan con creces a las ciudades de países desarrollados, ciudades construidas y creadas en espacios de tiempo relativamente cortos. 

Dos grandes procesos marcan la revolución demográfica de nuestra América. El primero la transición demográfica que, con distintos rezagos, en diversos países, ha marcado los ciclos de los procesos demográficos de altas tasa de natalidad y de mortalidad, a altas tasas de natalidad y bajas tasas de mortalidad, con explosiones demográficas, a lo largo y ancho de todo el territorio americano, para pasar posteriormente ha fases de bajo crecimiento, con bajas tasa de natalidad y bajas tasas de mortalidad. Esta transformación poblacional tiene grandes implicaciones sobre las estructuras de las familias, las estructuras de distribución por edades de la población, las demandas de servicios las características y condiciones de los mercados laborales y otro conjunto de dinámicas que han tenido que ser asumidas por nuestros países en periodos muy breves de tiempo. 

Si se compara con los países desarrollados, con Europa, por ejemplo, donde estos procesos de transición demográfica tomaron más de un siglo en la mayoría de países, entendemos el fuerte cambio y las grandes implicaciones que ha tenido esta transformación demográfica que aun tiene un espacio muy grande de consolidación en los territorios rurales.

Otra de las grandes transformaciones de orden demográfico es el proceso mencionado de urbanización. Las tasas de migración rurales – urbanas, al interior de nuestros países y de emigración laboral hacia otros países, ha marcado una recomposición profunda de las estructuras familiares y por edad de la población rural. Es clara la predominancia actual de una población rural envejecida, con alta participación de población de tercera edad en forma creciente y incremento en los niveles de dependencia laboral y de ingreso al interior de las familias del medio rural. Esta gran transformación ha generado un despoblamiento o estancamiento de la población en el campo, pero más importante aún, ha determinado una estructura no balanceada, dado la selectividad de los procesos migratorios que afectan particularmente a los sectores de población en edad adulta joven con serias implicaciones en el potencial productivo del medio rural. Estos procesos demográficos constituyen lo que podría denominarse la revolución silenciosa de población en América Latina que marca un nuevo escenario y espacio de visión de las poblaciones y la sociedades al interior de un mundo rural.

Factores de la urbanización

Sin embargo, estos procesos de transición particularmente emigratorios no se han dado por condiciones espontáneas al interior del mundo rural. No es tampoco una condición necesaria natural a la evolución de las poblaciones, como lo demuestran los escenarios en países desarrollados, donde estos procesos se han dado muy lentamente, e inclusive, se evidencian procesos inversos de flujos migratorios y de consolidación de espacios regionales y territoriales. La urbanización de América Latina ha sido inducida una visión clara de un modelo de desarrollo que privilegió la visión urbanizante e industrializadora como sinónimo de progresos, desarrollo y modernidad, anteponiéndose a una visión rural. Asociando esta ruralidad con esquemas premodernos y atrasados de desarrollo se impusieron visiones de largo plazo en las cuales se concebía las sociedades de América Latina como sociedades modernas urbanas y para ello se generaron procesos, se indujeron comportamientos poblacionales de orden económico y de orden social a través de políticas y medidas especificas.

Modelo sustitutivo e industrialización. Con la aplicación generalizada desde el final de la primera mitad del siglo XX de el modelo de sustitución de importaciones que, al cerrar las economías permitió la aplicación de esquemas y visiones orientados a la construcción de centros urbanos y desarrollo industrial, se permitió la creación de estructuras con incentivos asimétricos entre los sectores básicos de la economía rural como era el sector agropecuario, los sectores extractivos frente a los nuevos sectores industriales de carácter urbano. Esta asimetría generó términos de intercambio desiguales que facilitaron los flujos intensos de recursos, tanto de capital, como de recursos humanos, de las zonas rurales a las zonas urbanas, privilegiando las inversiones subvencionadas y subsidiadas en el medio urbano con una discriminación en contra del medio rural, todo ello complementado con la implementación de instrumentos localizados y selectivos de modernización del sector agropecuario con miras a su industrialización.

Asimetrías macroeconómicas. La política macroeconómica aplicada durante estos periodos implicó el denominado impuesto agrario, producto de políticas cambiarias, políticas tributarias, políticas comerciales y políticas fiscales, de recaudo e inversión, que evidentemente desestimularon la inversión en el sector rural y lograron los flujos de excedentes y acumulación rural hacia el medio urbano, financiando de esta forma la constitución de las grandes urbes de América Latina en la segunda mitad del siglo XX.

Incentivos a flujos de capitales. Todo este conjunto de políticas, implica fuertes incentivos a inversiones urbanas, generando un diferencial de rentabilidad, entre el medio urbano y el medio rural que favoreció que inclusive las inversiones de los excedentes generados en el medio rural fueran con destino a inversiones en los medios urbanos, de servicios o industriales. Esto significo la descapitalización del medio rural a favor de la capitalización de los medios urbanos. Un ejemplo de ello lo constituye el sector de la construcción que fue fuertemente apoyado y subvencionado en la mayoría de nuestros países, generando fuertes distorsiones en los mercados de inversiones nacionales.

Venta de un imaginario colectivo. Mas allá de los instrumentos de orden económico y de la visión de planificación económica de todo el sistema de inversiones y desarrollo sectorial se vendió la idea única de progreso asociada con el medio urbano. Se generalizó la idea de que el campo era una visión premoderna que condenaba al atrasó a la sociedad. Se constituyeron valores y discursos ideológicos en contra del medio rural, discursos que no solamente tuvieron acogida en el naciente medio urbano, sino también en los medios rurales, dando lugar a una idea generalizada de que el progreso y el bienestar se obtenía exclusivamente en la decisión de emigración hacia una zona urbana. Esta concepción de desarrollo único soportada en lo urbano tuvo acogida generalizada y determinó una visión de desarrollo que un hoy prevalece limitando en forma importante el potencial de desarrollo del medio rural.

Modelos de capital humano. Unos de los instrumentos más importantes de presión migratoria lo constituyeron la educación con modelos curriculares y pedagógicos que buscaban preparar e incentivar el traslado de la población hacia el medio urbano. La universalización de la educación que cubrió mucho de los países de nuestra América durante este periodo, estuvo soportada en valores, esquemas y modelos de vida urbana. En general el modelo de desarrollo de capital humano se concibió para alimentar mercados urbanos, con un gran debilitamiento y subvaloración de las potencialidades económicas y sociales del medio rural que requerían niveles de especificación suficientemente desarrollados que nunca tuvieron. 

La expulsión y el desplazamiento. La visión de desarrollo agropecuario que se implementó asociada al modelo de urbanización. Giró alrededor de modelos tecnológicos de revolución verde, intensivos en capital, que implicaban incrementos de productividad en las actividades primarias soportados en la desincorporación de mano de obra. Este modelo de economía agrícola comercial implicó un debilitamiento en las estructuras y sistemas productivos rurales soportados en usos intensivos de mano de obra y generó naturalmente una expulsión de población. La precariedad y el pobre éxito de procesos generalizados de reforma agraria y redistribución de la tierra, estuvieron acompañados de procesos violentos de expulsión de población generando desarraigos y desplazamiento masivo de población del medio rural al medio urbano. Este conjunto de políticas programas, instrumentos, visiones de desarrollo y procesos económicos, configuran los factores explicativos de la urbanización de América Latina, que como se ve, fue un proceso inducido, no un proceso espontáneo, que después de haberse realizado deja profundas dudas sobre el éxito en términos de un desarrollo equilibrado, justo y redistributivo en todo el conjunto de la economía latinoamericana. 

El antagonismo entre el crecimiento urbano y la marginalidad rural

Un resultado nocivo de la reconfiguración de los espacios regionales en América Latina, soportados en la rápida urbanización, es el antagonismo existente en la actualidad entre un crecimiento urbano y concentración de inversiones urbanas y la marginalidad rural como una característica y condición de una visión regional imperfecta. La marginalidad urbana cuya mas dramática expresión es la concentración y prevalecía de alto niveles de pobreza es un indicador claro de los grandes desequilibrios en el modelo de desarrollo aplicado y apoya la discusión sobre una nueva visión de la ruralidad que emerge como uno de los elementos fundamentales del logro de un nuevo equilibrio y de una nueva equidad social sobre la base de la necesaria reducción de la brecha entre los modelos concentradores urbanos y los determinantes que este tiene sobre la marginalidad en el mundo rural.

Visiones alternativas de desarrollo territorial rural

Al inicio del siglo XXI, cuando se impone la sociedad del conocimiento y el sentido de modernidad adquiere características mas complejas y profundas se hace necesario revisar los parámetros y presupuestos del actual paradigma de desarrollo y es necesario saber leer en las fuentes de la ruralidad nuevas alternativas para tener visiones de desarrollo más ajustadas al verdadero potencial de nuestros pueblos americanos.

El mundo rural puede ser moderno

La equivocada idea de que la ruralidad se antepone a la modernidad, ha conducido a una subutilización de nuestros potenciales. La Nueva Ruralidad plantea el convencimiento de que es concebible un mundo rural moderno aún en países pobres como la mayoría de nuestros pueblos latinoamericanos. Para lograr esta modernidad se propone asociarla a logros concretos alrededor de elementos de equilibrio de reducción de pobreza y de un nuevo paradigma tecnológico.

Desarrollo equilibrado y equitativo. La mas vergonzosa impronta del desarrollo latinoamericano es la profunda desigualdad en el acceso a los beneficios del crecimiento y en el acceso al bienestar de toda la población. América Latina es la región más inequitativa del planeta. Su pobreza esta determinada no por su carencia de recursos, de los cuales cuenta en abundancia, sino por la irracional distribución del acceso a dichos recursos. Un modelo de sociedad moderna debe partir de la idea de una equidad en el acceso y la distribución del bienestar, que posibilite el desarrollo de oportunidades para poner en movimiento las capacidades y las riquezas con que cuenta el medio rural latinoamericano. Esta equidad debe estar soportada en una visión de desarrollo sostenible, no solo en términos intergeneracionales sino sostenible en términos que permita la incorporación de todo el conjunto de la población, en la construcción de una sociedad equilibrada y equitativa.

Una sociedad sin pobreza. Cuando más de la mitad de la población de América Latina rural se encuentra en condiciones de pobreza, esto es de incapacidad de acceso a los factores básicos para la vida, para la solución de los problemas primarios y el cubrimiento de las necesidades básicas, podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos que el modelo ha fracasado. No es concebible que con economías crecientes se mantengan tan altos niveles de pobreza y marginalidad. La modernidad debe traer consigo la reducción drástica de la pobreza a través de modelos de integración en el modelo económico y no como acciones compensadoras laterales a una economía excluyente. Esto implica la transformación profunda de las bases de un modelo, donde el acceso es limitado para la mayor parte de la población, para concebir un futuro moderno de la sociedad rural que se soporta en la idea de contar con una economía incluyente que posibilite que la riqueza generada por la sociedad cubra e incluya a todos los miembros de dicha sociedad.

Un paradigma tecnológico. La sociedad del conocimiento se soporta en la capacidad creativa e innovativa del ser humano. El potencial y la riqueza de los pueblos esta más en su capacidad de conocimientos y desarrollo de opciones para la apropiación de la riqueza y su distribución que en la misma dotación de factores, implicando una nueva relación entre el ser humano y la naturaleza que, en el caso del medio rural, implica una nueva forma de relación entre el ser humano y los recursos naturales que soportan su estructura económica, esto significa que es necesario revisar los paradigmas tecnológicos que determinan sistemas productivos, tanto en la agricultura ampliada, como en otros ámbitos de la economía del medio rural. Un mayor conocimiento significa un nuevo sentido de desarrollo tecnológico en el cual nuestras naciones tengan la capacidad de generar su propia tecnología, superando las barreras actuales que indican una precaria dotación de sistemas tecnológicos en el medio rural particularmente en lo relativo a áreas de trascendental significación para nuestras economías como es la agricultura tropical o la agricultura orgánica. Al igual que tecnologías que aprovechen en forma eficiente y promuevan el incremento de la productividad de la mano de obra abundante en los medios rurales latinoamericanos.

Otras concepciones de progreso, bienestar y desarrollo

El logro del desarrollo en términos de equilibro, reducción de pobreza y la búsqueda del paradigma tecnológico se nutre de posturas sobre cual es la visión del desarrollo, la concepción que se tiene del progreso, de sociedad moderna y de los factores por los cuales debe trabajar y luchar el ser humano, en este caso nuestro poblador rural.

El consumo como medida única. Cada vez más presenciamos el predominio de una economía de consumo como factor único determinante de las estructuras económicas, sociales e ideológicas e inclusive éticas de la sociedad. El desarrollo sostenible ha opuesto fuertes cuestionamientos sobre el concepto sobre el incremento del consumo y la demanda como motor fundamental para el desarrollo pleno del ser humano y su sociedad.

Las grandes paradojas ambientales del desarrollo nos muestran con claridad la insostenibilidad de un modelo de consumo infinito. Hoy la sociedad es de economías más dinámicas que se aferran cada vez más a la idea de la necesidad de ampliar los mercados, de ampliar las necesidades, de crear nuevas necesidades y nuevos esquemas de insatisfacción que posibiliten la incorporación de nuevos mercados con nuevos productos, generando una gran divergencia entre poblaciones marginadas que no acceden a los consumos básicos y poblaciones ricas desarrolladas que cada vez mas se abocan al consumo suntuario. Es un modelo general de claras implicaciones de sostenibilidad que se enlaza con los serios problemas ambientales que vive hoy el planeta.

Más allá de las preocupaciones sobre los modelos de compensación ambiental que deben ser incorporados para la conservación, emerge una gran preocupación de orden filosófico trascendental y sobre si ese modelo de alto consumo de energía y recursos es un modelo sostenible, expandible y replicable para toda la población. Son múltiples las implicaciones de esta visión de desarrollo soportada en el consumo que se refleja en la forma como concebimos la pobreza, como una medida de poca capacidad de consumo. Otros componentes de la vida humana que van más allá, del homo económico son excluidos de la visión de desarrollo.

No es trivial la discusión sobre cual es el eje que determina la definición de desarrollo y progreso de una sociedad. ¿Es posible una sociedad con bajo consumo y altos niveles de logro y felicidad? ¿Existen logros sociales y humanos que no sean medibles con los raceros del mercado la demanda y la producción? ¿Existe alguna racionalidad diferente de la racionalidad utilitarista de la satisfacción por la vía del consumo?

Estos aparecen como interrogantes transcendentales en la definición de una visión de largo plazo de los territorios rurales y de sus modelos de desarrollo. Es una cuestión critica para los modelos culturales que aún prevalecen en nuestra América rural y serán determinantes de la posibilidad de garantizarle sostenibilidad a nuestro continente.

La felicidad como expresión de la diversidad. Si aceptamos la necesidad de tener visiones alternativas, metas, sueños diferentes del consumo, de aquel asociado estrictamente con los bienes materiales, se abre un amplio abanico de opciones y oportunidades que existen es este momento en las distintas culturas de nuestra América, tanto urbana como rural. La diversidad social y cultural, como característica esencial de nuestras regiones rurales, nos ofrece una rica gama de opciones, cosmovisión en las cuales es posible leer nuevas formas de aproximación al bienestar del ser humano el nivel del logro, la construcción de sueños, utopías paradigmas de desarrollo. Puede de esta forma nutrirse de nuevas e innovadoras opciones, una oportunidad optimista de darle sostenibilidad a nuestro modelo de desarrollo. 

El concepto del excedente económico, de la acumulación, de la competitividad, de la eficiencia económica, de la integración a los mercados, del utilitarismo, racionalización y optimización de los factores, adquieren de esta forma la necesidad de tener nuevas lecturas y nuevas formas de aproximación. Al mismo tiempo nos indica y nos motiva para una búsqueda al interior de nosotros mismos, que debe permitir emerger una nueva economía, una nueva estructura social y un nuevo sueño de integración de los pueblos latinoamericanos.

Una visión más amplia del desarrollo. De esta forma podemos proponer, desde del concepto de una Nueva Ruralidad, una nueva estrategia de política de desarrollo rural sostenible, una visión más amplia del desarrollo donde el soporte y el eje productivo económico esté claramente mediatizado por unos objetivos y visiones de largo plazo que definen al ser humano como el centro del desarrollo, a sus anhelos, sueños y formas de realización alrededor de la felicidad, antes que de la riqueza. 

Un nuevo marco de política para el diálogo de saberes 

Para el logro de una visión de desarrollo como la que se concibe, es necesario asumir de nuestra diversidad tanto biológica como cultural una nueva forma de aproximación a la respuesta a estos interrogantes. La tecnocracia fuertemente economista ha demostrado su precaria capacidad de dar respuesta integral a estos interrogantes. Se impone como necesidad crear nuevos mecanismos de aproximación a estas respuestas, lo cual implica una nueva forma de diálogos de saberes, una nueva forma de diálogos entre culturas, entre pueblos y sociedades para una búsqueda entre todos, sobre el presupuesto básico de que los paradigmas no se dictan, sino que se construyen colectivamente. Construcción que debe nutrirse de las experiencias, de los valores y de la riqueza abundante de nuestra América, de distintas cosmovisiones y expresiones culturales y sociales. 

Construir el sueño de una América Latina y tener claridad sobre hacia donde podremos ir será producto de una nueva forma de definición de los parámetros básicos de nuestro desarrollo, lo cual solo se logrará a través de una nueva forma de diálogos de saberes, de diálogos de culturas. El reto de cómo poder llegar a obtener una sociedad que a través del consenso democrático y civilizado construya esos espacios integrados respetando los espacios particulares de los distintos grupos sociales y sus culturas será parte fundamental del éxito de la sociedad rural en el futuro. 

La sociedad latinoamericana que queremos

Los desafíos que impone el mundo actual como sociedad globalizada, integrada cada vez, más competitiva, con grandes retos en lo productivo, en lo político y en lo cultural con lleva la necesidad de contar con una visión de que tipo de región queremos en el futuro una visión de largo plazo una visión de futuro que como hemos mencionado permita conducir los pasos del desarrollo las políticas y las acciones para lograr.

El significado de un proyecto latinoamericano

Cuando cada vez es más importante la unión en bloque para enfrentar, las nuevas condiciones de integración, cabe la reflexión sobre la posibilidad de existencia de un proyecto latinoamericano, es evidente que hoy tal proyecto no existe, evidente que hoy nuestras naciones se encuentran inmersas en su propio aislamiento, si comparamos la región latinoamericana con lo obtenido por Europa durante el siglo pasado en términos de integración y unión nos que claro cual largo es el camino aun por recorrer por nuestras naciones en la posibilidad de conformar un verdadero bloque y un verdadero proyecto hemisférico. 

No se niega en ningún escenario al nivel de discurso la importancia de la integración latinoamericana sin embargo no hemos logrado dar los pasos ni siquiera para el primer paso de esa integración que es la de los mercados. Los organismos internacionales tienen la muy seria responsabilidad de avanzar en propuestas para la construcción de una visión de región y de un proyecto latinoamericano, la propuesta de una nueva aproximación a la ruralidad contenida en este esfuerzo desarrollado por el IICA requiere cada vez con mayor claridad de un marco de visión hemisférica y de un proyecto latinoamericano, no solo para ruralidad sino para la estructura de una concepción de desarrollo amplia e integral que de cabida a un rol particular del medio rural.

Un espacio para la historia y la tradición

La construcción de un proyecto regional latinoamericano debe nutrirse y partir del reconocimiento de su historia y su tradición de los valores que le son propios y de su grandes patrimonios en la diversidad ecosistémica y cultural, en la riqueza de sus saberes y de sus culturas, comprendiendo y reconociendo lo que es su pasado para darle fortaleza a una visión realista de su futuro, no es concebible ni será posible construir un sueño latinoamericano a partir de modelos exógenos de racionalidades y lógicas diferentes de la que ha permitido construir este mundo particular único que es América latina.

Un futuro forjado desde las potencialidades y capacidades

Esto nos conduce a la necesidad de hacer un inventario de valorización de lo que tenemos, pero una valoración nueva pero diferente que de cabida a los componentes básicos del patrimonio natural y humano con que cuenta nuestra región. 

El verdadero potencial de la sociedad rural

Ante los retos de hallar una nueva orientación del modelo de desarrollo, lo rural está en capacidad de aportar eficientemente, contribuyendo al crecimiento económico, mejorando la distribución, logrando justicia social, soportando la estabilidad política e institucional y garantizando la preservación y sostenibilidad ambiental.

En lo económico. Las perspectivas de crecimiento de la economía rural se soportan en las perspectivas de ampliación de los mercados mundiales de alimento que se duplicarán para el año 2.020, la tendencia de estabilización de sus precios, los procesos de desregulación que se esperan de las próximas negociaciones comerciales, el dinámico comportamiento de la agroindustria en la región y la tercerización de sus economías.

En cuanto al logro de justicia social. La economía rural cuenta con mecanismos que favorecen una mejor distribución y justicia social ya que en ella existen sistemas productivos con márgenes importantes para elevar la productividad de los factores, particularmente de la mano de obra, abundante en las comunidades rurales. Adicionalmente la seguridad alimentaria está en el centro de las estrategias de mitigación de la pobreza rural y urbana, para quienes dedican cerca de 50% de sus ingresos al gasto en alimentos. Finalmente, la relación existente entre la pobreza urbana y los procesos de deterioro de la economía rural, que hacen de la marginalidad urbana un stock acumulado de pobreza rural.

En cuanto a la estabilidad política. La formación de capital social, de institucionalidad y de capital político, encuentra en los territorios rurales una oportunidad muy favorable a partir del fortalecimiento de las culturas tradicionales, de sus comunidades y de sus propias formas de organización. Igualmente es el espacio natural de desarrollo y afianzamiento de la descentralización como expresión concreta de la democracia, de la autonomía territorial y de una nueva relación entre estado y sociedad civil.

En cuanto al equilibrio ambiental. La sostenibilidad ambiental, en una región rica en recursos, encuentra en lo rural su espacio real de manejo y preservación. La oferta ambiental y los servicios que de ella se desprenden, están articulados estrechamente con los sistemas productivos rurales. La producción de agua, suelo, aire y biodiversidad son actividades eminentemente rurales y es allí donde se resuelve, en última instancia la posibilidad de lograr sostenibilidad del capital natural.

Por su potencialidad, el sector rural, como territorio, es estratégico en el desarrollo integral y armónico del país. La inversión en el desarrollo de los territorios rurales tiene la más alta rentabilidad económica y social, lo cual se opone a la idea dominante de acciones compensatorias y asistenciales y conduce a la necesidad de definir estrategias de desarrollo rural integrales y referidas al territorio, más que a la actividad económica agropecuaria.


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