El enfoque territorial ofrece una visión más amplia de lo rural

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La nueva ruralidad abrió el espacio para consolidar el enfoque territorial como una aproximación más apropiada de abordar el desarrollo sostenible, IICA, Proterritorios, 2012

El enfoque territorial emerge como una aproximación y propuesta a una nueva visión del desarrollo rural sostenible en América Latina, se nutre de la visión del desarrollo regional y desarrollo territorial como una expresión de orden político, económico y social que busque en esencia mejorar la forma como se están visualizando y orientando las intervenciones, formulación de política y sistemas de planeación para el sector rural en nuestra América[1].

En las discusiones y avances conceptuales, desarrollados a partir de la evaluación de impacto de los programas de desarrollo rural que se han venido trabajando por parte de los gobiernos de nuestra América y de los organismos internacionales, se ha visto la necesidad de darle una mayor comprensión a su naturaleza compleja en procura de un mayor impacto eficiencia y eficacia en la aplicación de los distintos instrumentos y programas que buscan el desarrollo integral de la sociedad rural y la dinamización de sus propias economías. Es necesario tener claridad sobre los elementos que componen esta nueva propuesta de política, de las dinámicas de las cuales trata de dar cuenta y de los procesos en los cuales esta inmersa esa realidad rural para lograr avanzar en una nueva concepción de política pública. 

Si bien los desarrollo teóricos conceptuales y empíricos dan soporte al concepto de el enfoque territorial, no son de reciente desarrollo sino que más bien han sido formulados desarrollados e instrumentados desde décadas atrás, la pertinencia de una nueva concepción se basa en la evidencia de que la mayor parte de las políticas publicas que están aplicando en este momento para los territorios rurales de nuestra América, contemplan solo muy parcialmente los elementos que constituyen esta visión integral de orden regional y territorial. 

El origen de los territorios rurales 

La ruralidad es una condición y característica asociada a territorios, que tienen en esencia una construcción de orden histórico y social, como procesos prolongados de conformación de sociedades y organizaciones territoriales. En estos territorios se hunde la historia, la tradición y la cultura de la mayor parte de los pobladores de nuestra América y es en esa historia y en ese proceso donde se encuentran los elementos constitutivos de la concepción de una ruralidad asociada al territorio.

La agricultura en la formación de la sociedad humana

Desde los inicios de la organización sedentaria del hombre, en distintas sociedades, aparece la agricultura como el elemento constitutivo de un sector económico que permite y posibilita que las poblaciones pasen de su condición nómada, a una condición sedentaria. La agricultura se constituye entonces en el factor de construcción de sociedades asentadas en el territorio localizadas espacialmente con una condición de organización estable y permanente. La agricultura no solamente es responsable de haber provisto los alimentos necesarios para la supervivencia de estos grupos sino que adicionalmente determino la localización de estos y las características y condiciones de un desarrollo más rico en organización, en formas y concepciones de sociedad.

Pero no solamente la agricultura tuvo este papel, también uno de los elementos centrales de estos procesos transformadores fue la posibilidad del ser humano de domesticar animales, de tenerlos en establos o en praderas que permitían soportar y complementar las dietas alimenticias pero al mismo tiempo tener una nueva relación con la naturaleza. Relación de dominación y relación de uso o explotación de los recursos que estaban a su disposición de una forma permanente y estable, ayudando a fortalecer esos elementos que explican la construcción de sociedades sedentarias ubicadas en territorios determinados.

La apropiación del territorio

Estos procesos de localización poblacional de ubicación en el espacio, significaron una forma de apropiar territorio por parte de los grupos humanos. Apropiación del territorio que significa la construcción de una relación permanente entre espacios territoriales sistemas ecológicos específicos, elementos o espacios que constituyen regiones o territorios que fueron incorporados o apropiados por grupos poblacionales, construyendo la relación espacio – grupo poblacional como determinante fundamental de la construcción de territorio. 

Con la explotación de los recursos naturales, con la agricultura y la domesticación de animales aparece la geografía, aparecen los espacios territoriales apropiados por grupos determinados, que le imprimen su carácter y que determinan en una relación bidireccional, tanto en las condiciones que adquieren esos territorios por la intervención del ser humano, como en las condiciones mismas de esos grupo poblacionales por las particularidades de orden ecológico, agronómico, climático o de riqueza natural de sus mismos territorios apropiados

Los procesos de colonización de territorio

Las características del poblamiento de nuestra América Latina están íntimamente relacionadas con distintas formas del proceso de colonización. Una de estas condiciones, en su característica actual, ha sido la de procesos de colonizaciones y apropiación territorial de características muy particulares. Si bien la ocupación del territorio americano por pueblos originarios data mas de diez mil años, la constitución de estos procesos en poblaciones aborígenes americanas, fueron interrumpidos con la conquista y colonización de Europa sobre América. La lenta construcción de sociedades y territorios de los tiempos precolombinos dan una configuración de sociedad y territorio en procesos consolidados sólidos similares a los que se presentaron en otras partes de continentes como Europa, Asia o África.

Esta distribución y apropiación del territorio el momento en que llegan los europeos sufre una interrupción drástica por la forma, de expoliación que mantuvo el sistema colonial europeo en América. Sin embargo, la construcción de sociedad después de la conquista y colonia, genera nuevas estructuras basadas en los procesos recientes de colonización y apropiación del territorio en una forma acelerada y soportada en el mismo principio de utilización de recursos naturales como se vio lentamente en todas las sociedades del planeta. 

Si bien la configuración de los espacios territoriales en América tardó cerca de 10 mil años, la historia resiente americana ha construido nuevos procesos de apropiación del territorio en colonizaciones aceleradas que no datan de más de 150 años. La ocupación del territorio americano entonces puede dividirse por épocas de hace 10 mil años a hace cerca 500 años, que fue una apropiación pausada acorde con las condiciones ecosistémicas y que construyó una geografía americana; luego el periodo que va desde el descubrimiento de América y el proceso de colonización hasta la constitución de la repúblicas americanas, donde se da una involución de los procesos de ocupación del territorio, básicamente soportada en la forma como se generaron procesos que frenaron los desarrollos de los pueblos aborígenes americanos y que constituyeron un deterioro de sus forma de organización de sus territorios; y finalmente una etapa que se acelera desde hace 150 años en la época republicana donde se presentan procesos intensivos de colonización que aun no han culminado. Las características de esta colonización es su acelerado desarrollo, esto implica que estamos viendo alrededor de ocho generaciones de ocupación del territorio todas ellas asociadas con procesos de ocupación y construcción de sistemas económicos de utilización de recursos naturales. La población de América se ha distribuido a lo largo y ancho del continente tejiendo un mapa de recursos naturales aprovechables e incorporables a esas sociedades rurales.

El origen de lo urbano

Si bien la ocupación del territorio ha estado orientada por la disponibilidad y los sistemas de apropiación y uso de los recursos naturales, estos mismos procesos han generado asentamientos humanos que cada vez demandan nuevas condiciones y nuevas formas de apropiación del territorio. La concentración de población aparece entonces como una condición natural al desarrollo y fortalecimiento de estos territorios una vez apropiados a partir de procesos de colonización. La concentración y densificación de poblaciones aparece entonces como un proceso funcional a sistemas de apropiación de territorio sobre la base de recursos naturales. Los centros de servicios, básicamente constituidos por núcleos densos de población en poblados, caseríos, villas pequeñas aparece como un elemento subsidiario a esa estructura de colonización y apropiación del territorio, de características netamente rurales es decir de aprovechamiento de recursos naturales. Es así como se ha ido tejiendo un sistema de centros con medias y altas densidades y continuidad que hemos denominado centros urbanos, en una definición que en buena medida contradice la naturaleza misma de esos centros poblados. 

El desarrollo posterior de estos centro poblados tiene condiciones y características particulares de acuerdo con las regiones y ecosistemas en los cuales están asentados y de los procesos de colonización que los han generado, con poblaciones de rápido crecimiento que generan una independencia de procesos económicos de orden industrial o de servicios. Estos núcleos urbanos aparecen con un elemento fundamental de la ruralidad. 

Las políticas, estructuras de planificación, procesos de desarrollo sectorial en nuestra América han estado dominados por una visión dual de lo urbano y lo rural con definiciones arbitrarias de orden demográfico que clasifican y separan lo urbano de lo rural por tamaño poblacionales, de tal forma que una población, que puede variar entre 1.500 y 2.500 habitantes concentrados en un solo sitio, es considerado como urbano y en las políticas aplicadas es tratado en forma diferencial de la ruralidad que la determina la rodea y la especifica. 

Es por ello que uno de los elementos muy importantes de esta concepción de ruralidad es dar transparencia y claridad al hecho de que estos centros urbanos, forman parte de la ruralidad, no son elementos extraños. Sin embargo, estos centros poblados en su desarrollo y sus construcciones especificas, han generado, a lo largo del tiempo, sus propios procesos centros que se apartan de la concepción de ruralidad ligada a la ocupación del territorio por la apropiación de recursos naturales. Es así como aparece una estructura, un sistema de centros poblados, en los cuales se generan dinámicas de orden industrial que hacen que aparezcan ciudades y metrópolis, que realmente son independientes de la ruralidad. 

Clarificar los limites de lo urbano y lo rural y, más importante aun, clarificar la relaciones entre los centros urbanos, ciudades y metrópolis, y la ruralidad, es un elementos esencial de la concepción de el enfoque territorial, como territorio, en tanto aporta elementos útiles y prácticos para la definición de políticas y visiones de la dinámicas que soportan el desarrollo rural.

La construcción de regiones

Esta visión de construcción de espacios territoriales rurales, sus centros poblados y sus relaciones con centro urbanos, ciudades y metrópolis, ha configurado a lo largo y ancho de nuestra América, una estructura de regiones. Regiones que tiene jerarquías en sus distintos poblamientos, jerarquías que van desde los centros metropolitanos nacionales, centros metropolitanos regionales, centros secundarios, ciudades periféricas, ciudades intermedias, polos de desarrollo rural, poblados de servicios, centros de mercado, centros de procesamiento, centros de residencia, centros de provisión de servicios e insumo, centros de comercialización, en una jerarquía que mantiene dinámicas económicas, sociales, e institucionales de gran importancia para la construcción de políticas territoriales regionales y rurales. 

Podemos afirmar que nuestra América es un tejido complejo de regiones, regiones que se especializan, que tienen condiciones, capitales humano, social y natural, determinando así el objeto de una política rural. De esta forma el enfoque territorial plantea la importancia de que se conciba una planificación y una clasificación de política regional rural y se asuma el territorio como región, incorporando tanto las condiciones naturales, geográficas y ecosistémicas, como las condiciones de las poblaciones tradiciones, culturas y sociedades que allí se asientan. Este marco determina la definición de ruralidad que si bien se insiste que no es una nueva definición de orden conceptual o teórica si tiene la fuerza de modificar o replantear los presupuestos básicos de las políticas de desarrollo rural que hoy predominan, tanto en los gobiernos, como en organismos internacionales.

El uso de los recursos naturales determinan sociedades

La importancia de contar con una adecuada definición de ruralidad ha sido uno de los elementos que se ha identificado como urgente para la racionalización y potenciación de las distintas políticas de desarrollo rural. En la actualidad predominan la visiones de que lo rural es población dispersa, asociada a procesos de agricultura, explotación pecuaria, explotación forestal, explotación pesquera. El enfoque territorial plantea que esta es una visión reduccionista del mundo rural.

La visión territorial tiene serias implicaciones sobre la capacidad de influir en las dinámicas de desarrollo y por tanto en la posibilidad de ser efectivos en una política de bienestar, crecimiento, estabilización y sostenibilidad de sistemas productivos o sistemas de organización en esos territorios rurales. De allí el énfasis en que exista un acuerdo sobre que entendemos por rural en la construcción de políticas publicas y de visiones de desarrollo:

La condición de localización de los recursos naturales

Como hemos visto la construcción de sociedades y las formas de ocupación del territorio han estado ligado a la explotación y uso de los recursos naturales. Una de las condiciones características esenciales de los recursos naturales es su localización, es decir forman parte del espacio no son transportables, no son insumos o componentes de sistemas productivos que puedan estar localizados en cualquier sitio. El suelo, el agua y la biodiversidad tiene una localización específica en el territorio y determina que su utilización y aprovechamiento implique la localización de las actividades económicas productivas en el sitio donde están esos recursos. 

Esta condición de localización de los recursos naturales diferencia en forma importante las formas de explotación económica rural de otras, como son la industria o los servicios. Esta condición de localización implica que los sistemas productivos de base de la construcción de sociedades en América Latina esté fuertemente relacionada en los procesos de aprovechamiento de esos recursos naturales en los dos últimos siglos, implicando que así como están localizados los recursos naturales se localizó la población. 

La condición de localización conduce a la creación y constitución de asentamientos humanos, poblaciones localizadas, poblaciones ubicadas, poblaciones que se organizan alrededor de la necesidad de estar fijas en un territorio donde hay los recursos naturales de los cuales se quiere hacer aprovechamiento. La historia de América, es la historia de sus asentamientos humanos, asentamientos humanos que constituyen una organización y un mapa demográfico de América, base de la ruralidad en la cual estamos inmersos.

Estructuras sociales

Estos asentamientos son en esencia formas de organización social, entendiendo por ello que el asentamiento constituye una forma especial de organización, con jerarquías sociales, con especializaciones, con estructuras de relaciones entre los distintos grupos, con códigos de organización política y una estructura de grupos. Este es un elementos fundamental de la comprensión de la organización del territorio rural, de sus asentamientos humanos, de que exista el surgimiento de formas de organización social adaptadas a las condiciones particulares de los ambientes y espacios que el territorio permite o constituye.

Los distintos grupos sociales, como propietarios de territorio propiedad, propietarios de medio de producción, integrantes de organizaciones de trabajo, de la organizaciones de mercados de insumos, de mercados laborales, forman parte de esos asentamientos y de esa estructura social, con una gran capacidad de adaptación, con una fortaleza muy grande en tanto es el resultado de un proceso histórico de construcción de territorio y estructura social, en una relación natural compleja que constituye uno de los elementos fundamentales de la riqueza del territorio rural. 

Aquí seria importante mirar comparativamente la fortaleza de estas organizaciones sociales emanada de los procesos de apropiación del territorio y las estructuras sociales construidas en forma artificial y acelerada por las estructuras de urbanización acelerada en nuestra América, en las ultimas décadas. En el primer caso, en los asentamientos rurales, se dan procesos que construyen sobre la base de la experiencia y la lectura de las complejas condiciones del territorio. En el segundo, se evidencian grandes dificultades para la incorporación social, institucional y cultural de nuevos pobladores inmigrantes a los centros urbanos, lo cual constituye uno de los problemas centrales de la complejidad del desarrollo urbano latinoamericano.

La tradición y la historia

Esta visión de construcción de las estructuras sociales se soporta en dos elementos fundamentales del capital social, que son la tradición y la historia. Los asentamientos humanos rurales en nuestra América Latina cuentan con tradición, cuentan con historia, cuentan con procesos que enriquecen la estructura de esa sociedad y de ese capital social. Ya sea en los pueblos aborígenes que aun se mantiene nuestra América, que tienen una tradición y una historia, de cientos de generaciones o en los asentamientos humanos de colonizaciones recientes, entre cinco y diez generaciones. 

Hoy en día se ha avanzado en la valoración de estos elementos de tradición e historia como potenciadores de lo que pueden ser como sociedades, lo que se constituye en el eje fuerte de la construcción de sociedades y procesos dinámicos de desarrollo. La necesidad de valorar y darle un espacio a la tradición y a la historia en la construcción de los asentamientos humanos rurales, es uno de los elementos fundamentales que rescata el concepto de Enfoque territorial dentro de la construcción de políticas de desarrollo rural sostenible.

La cultura y la pertenencia

Estos procesos de tradición e historia construyen y alimentan la cultura, mas allá de los elementos de orden folclóricos, artísticos, a los cuales se trata de encasillar la cultura, en muchas de las concepciones y modelos de política. La cultura establece una forma esencial del capital social, establece reglas, moral, una cosmovisión, establece un lenguaje, estable los símbolos, valores que permiten las relaciones entre los distintos componentes de estas sociedades rurales, tiene códigos y tiene estructuras de orden ético, que generan pertenencia de los miembros de esta sociedades rurales a su grupo cultural. Esto no solamente toca con las poblaciones afro americanas o poblaciones aborígenes americanas, toca prácticamente con todos los grupos poblacionales rurales, que cuentan con una base cultural que hasta el momento ha sido generalmente considerados como una barrera a la aplicación y desarrollo de modelos establecidos en la concepción occidental que a primado en América Latina, cuando en realidad constituye el potencial básico para la construcción de una forma propia de desarrollo de nuestro territorios rurales. 

Es por ello que la propuesta de esta nueva visión de ruralidad, implica la valoración y el reconocimiento de la cultura rural con una visión de integración y universalización, pero partiendo de ella misma y no, como ha ocurrido desde la colonización europea, donde el presupuesto básico frente a la cultura aborigen y la cultura rural ha sido la de un afán de transformación y eliminación como sinónimo de atraso, ignorancia o incapacidad para tener visiones modernas de desarrollo.

Construcciones institucionales y la identidad

La tradición, la historia, las estructuras sociales y el sentido de pertenencia ha permitido construir instituciones, formales o informales en los territorios rurales. No es verdad que haya un bajo capital institucional en lo territorios rurales. Las demostraciones de capacidad institucional, de capacidad de organización, se refleja en las formas y estructuras existentes para adelantar procesos íntimamente relacionados con las esferas económicas, las esferas religiosas, las esferas de expresión cultural que demuestran claramente la capacidad y la fortaleza de las instituciones rurales. 

El caso de la condiciones y las fortalezas de las instituciones de los pueblos aborígenes en América, con sus particularidades, en la dimensión religiosa o de gobierno, subutilizadas y en muchos casos combatidas, por el modelo de institucionalidad formal occidental que maneja los centros de planificación nacionales en nuestros países, son un ejemplo de cómo el sector rural tiene una gran capacidad en instituciones tradicionales, con historia y con apropiación por parte de la población. Este componente del capital social genera identidad, y pertenencia de los pobladores con un territorio, con una estructura social, con una tradición, una ética y una cultura significando una riqueza real de nuestra América rural, la cual ha sido subutilizada, subvaluada por los modelos tradicionales de desarrollo rural implantados a través de las políticas de desarrollo rural.

El valor del pueblo rural

Esta evaluación nos permite afirmar que los pueblos rurales de América son el valor esencial de los modelos de desarrollo y de la ruralidad y que sus estructuras, sus organizaciones, sus territorios, sus instituciones, deben convertirse en objeto de trabajo y gestión del desarrollo rural y reconocerles su capacidad natural, propia, de lograr visiones, concepciones y procesos de desarrollo rural. Al mismo tiempo la discusión de el enfoque territorial genera cuestionamientos profundos a los modelos tradicionales de desarrollo que hemos querido implantar, básicamente por el hecho de que no han sabido reconocer el valor de estos elementos y dimensiones de la ruralidad de nuestra América.

La economía rural entreteje múltiples sectores

La visión de lo rural asociado a actividades primarias de explotación directa de recursos naturales, ha sido la impronta de las políticas sectoriales, las políticas de desarrollo rural y las políticas de organización social. Esto ha conducido a una visión sectorial de los rural. Las evaluaciones realizadas sobre los distintos instrumentos y formulaciones de política de desarrollo rural en América, muestran el énfasis y la predominancia de visiones productivitas agropecuarias, como eje central de ese desarrollo rural. Sin embargo, la forma como se ha dado la dinámica de esa estructura territorial rural nos conduce a un visión mucho más compleja y diferente de esa concepción de base primaria en la economía rural.

La agricultura ampliada

Uno de los importantes avances en las políticas rurales y sectoriales ha sido el cambio de la concepción de la agricultura ligada exclusivamente a la producción primaria de alimentos o de bienes agrícolas, para pasar a una visión más comprensiva de los procesos que se generan alrededor de esa actividad agrícola. El concepto de agricultura ampliada parte del reconocimiento de las distintas articulaciones que tiene la agricultura sobre otro tipo de actividades. La agricultura ampliada se concibe un proceso económico que parte de actividades primarias que generan encadenamientos en su demanda de insumos, de instrumentos, de herramientas, de beneficio o de tratamiento de los productos, de procesos de comercialización e inclusive procesos de transformación que conducen a la producción de los bienes finales de consumo, asociada igualmente con un sistema de servicio complementarios a ese proceso de valor agregado. Esa visión de agricultura ampliada ha permitido el desarrollo de instrumentos de política, de planeación y de programación de acciones que enriquece en forma importante la visión del sector económico básico de la ruralidad, llevándolo a una visión integral de un conjunto de actividades y sectores económicos involucrados en la producción agroalimentaria y agroindustrial que constituye en este momento el foco central de la política sectorial agropecuaria, en la mayoría de nuestros países. 

Las cadenas productivas

En desarrollos posteriores se ha incorporado una visión de cadena productiva que implica, más allá de la agricultura ampliada misma, las formas de entretejido y enlazamiento de los distintos sectores y actores de esa cadena productiva. Los encadenamientos productivos implican una producción integral de flujos de recursos y de intercambios que determinan el potencial de crecimiento y competitividad de las economías agrarias básicas en los territorios rurales. Es claro que en un ambiente y entorno de competitividad, la lógica de racionalización y optimización de las relaciones y flujos entre los distintos eslabones de las cadenas productivas, integradas en el concepto de agricultura ampliada, son fundamento de la modernización y posibilidad de desarrollo tecnológico, de comercialización y de integración hacia los mercados. En este sentido la agricultura ampliada y las cadenas productivas nos establecen un elemento esencial muy importante de organización de la producción y de la economía rural.

La terciarización del campo

Sin embargo, es necesario considerar que, más allá de las actividades y sectores económicos involucrados en esta agricultura ampliada, el campo y el mundo rural ha sufrido un fuerte proceso de tercialización, es decir de aparición e incremento de importancia en los sectores económicos terciarios, es decir de servicios no ligados directamente con las cadenas agroalimentarias y agroindustriales, sino determinados por las demandas de mercados de servicios de los asentamientos humanos, poblaciones y pobladores de ese medio rural, que generan demandas en sectores de comercio, de servicios personales y de servicios de gobierno. Esto ha hecho que las dinámicas de inversión y de mercados laborales abran un gran espacio a una economía que no esta íntimamente ligada con el uso de los recursos naturales en forma directa y determinante. 

Esta tercialización es uno de los elementos mas importantes de la configuración de la nueva economía rural porque no solamente implica las visiones de una economía soportada estrictamente en encadenamientos productivos con un eje central en lo agrario, sino que muestra como el sentido de localización y formación de asentamientos humanos genera nuevas economías.

Otras dinámicas productivas

Al igual que los servicios, sectores como el de la construcción, infraestructura y servicios públicos, aparecen cada vez con mayor fuerza dentro del marco de la economía rural. De esta forma se nos configura un espacio económico rural altamente diversificado, donde el sector agropecuario como tal, cada vez tiene menor participación dentro del producto total de las regiones rurales. Esto evidencia la preocupación sobre las visiones reduccionistas de orden primario agropecuario en las concepciones de desarrollo rural que han primado en las políticas sectoriales. La economía rural es una economía integral y diversificada, con sectores muy dinámicos que se vuelven determinantes de las condiciones de crecimiento desarrollo y bienestar de la población rural. 

El empleo rural no agrícola

Estudios recientes han demostrado que el empleo de los campesinos de nuestra América cada vez está menos ligado a la actividad agrícola específicamente. Cerca de la mitad del empleo generado en los años noventa en los territorios rurales de América Latina es empleo rural no agropecuario. Las características y condiciones de este empleo explican en forma importante la organización de la economía rural. El trabajo extra parcela y en sectores no agropecuarios es el elemento esencial que describe las condiciones de venta de trabajo de los pobladores del campo en nuestra región. 

Uno de los elementos importantes en el análisis del empleo rural no agrícola es que este empleo tiene condiciones particulares de mayor remuneración y estabilidad que los empleos agrícolas, permitiendo superar las distintas crisis cíclicas que tiene la actividad primaria y paliar los efectos de la pobreza en nuestras poblaciones. La contundencia abrumadora de la presencia del empleo rural no agrícola determina una de las grandes debilidades de nuestras políticas centradas en la producción primaria y genera preocupantes interrogantes sobre las estructuras institucionales de tratamiento de desarrollo rural en el marco de las políticas sectoriales aplicadas en el continente. 

El empleo rural no agrícola nos demuestra que buena parte de él transciende la cadena productiva agroalimentaria, agroindustrial, es decir es un empleo que no esta necesariamente ligado a la producción primaria sino que forma parte de los sectores mencionados como sectores emergentes de la economía rural y que obviamente tiene fuertes implicaciones sobre la concepción del capital humano requerido para consolidad una economía eficiente y en crecimiento en el medio rural.

Los mercados laborales diversificados

Esta visión del empleo rural no agrícola de las cadenas productivas y de los sectores económicos emergentes en la economía rural, esta ligada con una alta diversificación de los mercados laborales, en una dinámica que se retroalimenta. Seria inconcebible una economía agrícola y un mercado laboral rural sino existiera esa alta diversificación. Una estructura típica laboral de un poblador rural o de una unidad de producción rural en nuestra América es la forma inteligente y compleja como venden su fuerza de trabajo en distintos sectores con distintas habilidades y con distintos esquemas de remuneración. 

Es típica la situación en la cual una familia rural tiene labores agrícolas, de comercio, de servicios, de venta de fuerza de trabajo en construcción o en otros sectores no vinculados con la actividad primaria. Un cierto sentido informal compensador de ingresos es la característica de nuestros mercados laborales rurales, sin embargo, es necesario puntualizar el hecho de que esta condición no significa ineficiencia del sistema de mercados laborales, sino que, por el contrario, evidencia dinámicas muy importantes de alta movilidad laboral de gran potencial para el desarrollo de formas más eficientes y racionales de estructuración de los mercados laborales y productivos en el sector rural.

La diversificación de los mercados laborales genera un interrogante muy importante respecto de la productividad de la mano de obra como elemento esencial de una economía incluyente que permita combatir la pobreza por la vía de la distribución antes que la redistribución. El propósito central de incrementos en la productividad de la mano de obra que signifiquen aportes al incremento de la riqueza con remuneraciones justas a ese incremento de la productividad de la mano de obra, son un factor esencial de la política de desarrollo rural sostenible, pero debe ser considerada en tanto esa diversificación y heterogeneidad de los mercados laborales rurales y no solamente, como se ha hecho hasta ahora, en el sentido de la productividad de la actividad primaria en el medio rural.

La inversión rural cada vez menos primaria

Como una consecuencia lógica o como una causa lógica de esta diversificación de la economía rural, los procesos de inversión de capital en el medio rural, muestran igualmente una gran diversificación. La inversión como motor de desarrollo no está localizada exclusivamente en las actividades primarias, sino en otros sectores económicos, en un portafolio diversificado de inversiones rurales. Si bien uno de los problemas fundamentales de nuestra economía rural es la baja inversión, la inversión actual está determinada por una ampliación de los espacios y oportunidades en aquellos sectores donde las rentabilidades son más atractivas, marcando una condición de la economía rural que debe ser leída e incorporada a los énfasis, a las orientaciones y los instrumentos de política de desarrollo rural en nuestra América.

El urbanismo rural

La incorporación del concepto del urbanismo, como parte de la ruralidad, es una de la características importantes de la visión de el enfoque territorial. Como se ha mencionado es de significativa trascendencia el hecho que lo urbano, como concentraciones de población, no establece una dicotomía excluyente con lo rural, asumiendo el sentido de territorio y región al interior del medio rural, integrándolo como un elemento esencial de la política de desarrollo rural sostenible. 

De la dicotomía urbano – rural a la jerarquía regional

Las lógicas de desarrollo de integración sectorial y de integración de mercados que hay interior de los centros urbanos, es decir de las concentraciones de población, son elementos esenciales que deben apoyar las visión de un planteamiento de desarrollo rural. Hemos venido manejando hasta el momento una dicotomía fuerte entre lo urbano y lo rural, donde las políticas urbanas están claramente orientadas y definidas dentro de una lógica muy diferente de las que aplican al medio rural. Para ser consecuentes con la visión de conformación de espacios regionales y territoriales rurales es necesario crear instrumentos, conceptos, políticas, programas y acciones que buscan reducir esa dicotomía y cambiarla por un sentido de jerarquía regional, entendiendo por ello la apropiación de visiones integradas de estructuras demográficas con dinámicas y flujos económicos, sociales, institucionales y políticos que determinan que los centros urbanos tiene claramente funciones rurales. De esta forma las políticas de desarrollo rural deben incorporar políticas de urbanismo rural con visiones claras de los tipos de funciones y características y condiciones de las estructuras urbanas que se han de desarrollar o se deben fortalecer en los medios rurales, como elementos esenciales, tanto en mercados, como en servicios para la modernización, racionalización y logro de eficiencia de la estructura integral de desarrollo rural.

La Jerarquía regional invoca la idea de las complementariedades, de subsidiaridades y de distintos mecanismo de integración entre los componentes de una región rural y de un territorio o de un país en general. De esta forma la organización del territorio incorpora tanto lo urbano como lo rural en el sentido de territorios desarrollados a partir de la lógica de localización por el uso de los recursos naturales. Esto implica una visión integral y transversal de las políticas de desarrollo rural con fuertes implicaciones en estrategias de desarrollo urbano regional de cada una de nuestra naciones.

Los centros urbanos en el medio rural

La clasificación de centros urbanos, en términos de su definición como dominio de una política de desarrollo rural conduce a interrogantes importantes sobre hasta donde debe ir la competencia de la política de desarrollo rural, hasta que tamaño de centro poblado. Como se ha mencionado, en este momento un centro poblado de mas de 1500 habitantes queda excluido de una política de desarrollo rural. El eje de la propuesta de incorporación del concepto de jerarquía regional implica que la definición de ruralidad de un determinado centro poblado no este determinada por condiciones exclusivamente de orden demográfico, como el tamaño de la población, sino que sea consecuencia de la evaluación y formulación de estrategias o de dinámicas de integración, dinámicas de mercado o dinámicas económicas reales que se dan en las regiones rurales. Es posible que un centro poblado de 40 o 50 mil habitantes sea un centro poblado urbano en un territorio rural y por tanto debe ser objeto de política de desarrollo rural, ya que estos centro de tamaño mediano tienen funciones que explican y determinan las condiciones y las posibilidades y potencialidades de desarrollo de esa economía diversificada, integral que hay en el medio rural que circunda estos centros poblado.

Capitales provinciales, capitales departamentales, centros intermedios, ciudades intermedias, polos de desarrollo que están vinculados y determinados por las condiciones de la economía centrada en la explotación de recursos naturales deben ser incorporados como parte integral, dinamizadora e inclusive lideradora de procesos de desarrollo rural. Esto implica una importante transformación en la visión de las estrategias y políticas de desarrollo regional y urbano de nuestros países. El punto de partida es que no es posible dinamizar un desarrollo rural adecuado, integral y sostenible sino se incorpora como parte esencial de esas estrategias a estos centros fundamentales y determinantes de la realidad rural en nuestros países.

La integración funcional urbano – rural

El eje articulador de lo urbano y lo rural o de los centros poblados y de las regiones con ocupación de población dispersa, es el de la relación funcional entre unos y otros espacios, los niveles de especialización, las dinámicas de los flujos de mercados de factores productivos de mercados de bienes y servicios, de complementariedad en institucionalidad, de funciones de orden, simbólico, cultural, educativo, social de servicios, que ejercen estos centros de mayor tamaño, sobre el área que circunda. Pero en sentido contrario estas zonas de población dispersa, son las que determinan la existencia de esos centros poblados en el medio rural. Esta es una diferencia importante entre los centros metropolitanos o centros regionales o inclusive pequeños centros de naturaleza estrictamente urbana es decir que no están ligados especificados o determinados por la explotación de recursos naturales o por asentamientos humanos definidos por la localización de esos recursos naturales. Centros industriales, algunos centros de servicios, la metrópolis nacionales o regionales, muchos de los puertos, zonas francas, son ejemplos de centros urbanos que no forman parte de la ruralidad. Pero ciudades intermedias ligadas como centros de servicios o centros de mercado de productos de origen básico primario o de recursos naturales, forman parte integral y tiene relaciones funcionales fundamentales dentro de la constitución comprensiva de ese medio rural .

Las bases rurales de la sociedad urbana 

La forma como se ha dado los procesos históricos de construcción de el sistema urbano o de concentración de población en los países de América latina, caracterizado por un muy acelerado e inducido proceso de urbanización trae como consecuencia una fuerte presencia de sociedades, culturas, tradiciones e instituciones rurales en las ciudades y en los medios urbanos del continente. Un elemento básico destacable de esta herencia de condiciones rurales en el medio urbano, es la naturaleza y origen rural de la pobreza urbana, está demostrado que en una altísima proporción de nuestros países, es en esencia un stock acumulado de pobreza rural, de inmigrantes rurales que no han encontrado soluciones y condiciones de desarrollo integral en las ciudades, constituyendo zona o espacios de pobladores rurales incrustados en la ciudad, con bajos niveles de integración al mundo urbano y con grandes nexos con el medio rural. 

Pero no solamente el tema de la pobreza constituye esta especial relación entre nuestras grandes zonas metropolitanas y el origen rural de sus pobladores. A diferencia de los centros urbanos de países desarrollados particularmente de Europa, que ha mostrado dinámicas lentas en procesos históricos de muy largo plazo construyendo culturas urbanas claras, identificables y separables de la culturas rurales, las grandes ciudades de nuestra América Latina son ciudades de un profundo sincretismo y complejidad de orden cultural y social que mimetiza, en grandes conglomerados urbanos, poblaciones de profundo sustrato rural. Esta relación y esta mixtura de grandes centros metropolitanos con un alimento cultural, social, institucional rural, son al tiempo que paradoja una gran limitación y un gran desafió del desarrollo urbano de nuestros países.

Las dimensiones de la realidad del desarrollo rural

Hasta el momento se ha hecho énfasis en las condiciones de orden demográfico y económico que constituyen o determinan del espacio rural, sin embargo el enfoque territorial reconoce y plantea la importancia de tener una visión más amplia del territorio rural, mas allá de lo económico y demográfico.

La base económica como articuladora no exclusiva

Si bien es claro que la economía se constituye en elemento determinante de la estructura de una sociedad y que las distintas formas de organización de la sociedad alrededor de la administración, distribución y asignación de los recursos, permite entender en forma amplia las dinámicas y los procesos que se dan al interior de esa sociedad, no es la única dimensión articuladora del desarrollo rural y este hecho es fundamental para entender la concepción multidimensional de el enfoque territorial, que sin desconocer el poder transformador de la economía, reivindica la necesidad de contar con instrumentos de política en espacios diferente de esta visión predominantemente económica que ha primado en la organización social del momento. El enfoque territorial propone superar la camisa de fuerza impuesta por la economía como única medida de las formas de organización social para darle su justa dimensión como instrumento que posibilita la realización de una sociedad que se concibe en esencia, en espacios no económicos.

La riqueza social es más que capital social

Una clara expresión del predominio de las visiones económicas, es el énfasis que se le ha dado a la idea de convertir capitales capa una de las dimensiones de la vida del ser humano más que personas o sociedad somos capital humano. Más que patrimonio y riqueza natural somos capital natural, más que formas de organización somos capital social. Si bien estas condiciones ayudan a entender y a empujar procesos de desarrollo, al mismo tiempo limitan el potencial mismo de desarrollo del ser humano que se mueve por motivaciones no exclusivamente económicas. La organización social con sus distintas y complejas formas que se ejemplifican muy adecuadamente por las formas de organización de comunidades aborígenes, constituyen espacio de realización humana no necesariamente utilitaristas en el sentido de económico, por tanto no pueden seguirse tratando como restricciones a una eficiencia económica, subvalorando los aportes que estas formas de organización proveen a una realización plena y trascendente en el logro de la felicidad humana. 

La historia nos ha mostrado como ha sido de complejo y difícil suplantar las estructuras sociales rurales en esquemas sociales urbanos, que si bien pretenden ser más racionales carecen de los valores y satisfactores que tienen las organizaciones sociales producto de la tradición y la historia. Es común ver como se subvalora y se desprecia el peso que tiene el desarraigó en los emigrantes por la valoración económica de mayores ingresos, al costo del rompimiento de estructuras sociales incluyendo la familia, que implica el proceso de inmigración a países desarrollados, a pesar de ser potencialmente favorable para mejorar los ingresos de la sociedad rural. La relación costo beneficio, en simples términos de mercado o términos económicos, esconden las grandes pedidas en términos de satisfactores de ordenes diferentes, producto del rompimiento de esas estructuras sociales. Podría afirmarse que la emigración, tanto rural urbana, como entre países es una de las muestras del gran despilfarro de esa riqueza social.

La cultura como factor determinante del desarrollo

La tradición y la historia ha permitido construir culturas que en esencia incorporan cosmovisiones particulares, lenguajes, formas de relación, valores estructurados alrededor de una moral principios éticos, sentidos de pertenencia identidad, que determinan forma de organización e inclusive economía propia que forman parte de la visión de una ruralidad revalorada. Estamos lejos aun de darle el lugar adecuado a la cultura, como parte de los motores fundamentales del desarrollo rural sostenibl. Lel enfoque territorial propone que sea revisado, que se le de el espacio adecuado, incorporándolo a las políticas de desarrollo rural y de fortalecimiento y protección, conservación y preservación de las culturas rurales de nuestra América

La institucionalidad natural del mundo rural

Expresiones de la organización social y de la base cultural de nuestros pueblos rurales americanos son sus propias instituciones. Instituciones que tienen mucho espacio para hacer fortalecidos mejorados o desarrollados pero que definitivamente marcan el punto de partida de una nueva institucionalidad rural. Los esfuerzos de fortalecimiento institucional en el medio rural que se han adelantado en nuestros países muchos de ellos empujados y dinamizados por organismos multilaterales han partido de la carencia de instituciones en el medio rural, que se traduce en la idea que es necesario construir nuevas instituciones, con lógicas en muchos casos opuestas radicalmente a las lógicas de las culturas rurales en las cuales intervienen. La institucionalidad rural debe ser el producto de la evolución de las instituciones naturales construidas en el tiempo por los pobladores rurales, marcados por la gran diversidad y heterogeneidad y que definitivamente constituyen uno de los grandes potenciales de la estructura integral del medio rural, la estructura social, cultura y sus instituciones deben tener una visión mas allá de la eficiencia económica a corto plazo para constituirse en elementos más que articuladores liberadores de los procesos de desarrollo que debemos promover en el marco de una enfoque territorial en América latina. 

Visiones sectoriales o concepciones integrales territoriales

Esta visión de ruralidad expresada a partir del territorio con sus características multisectoriales y multidimensionales implica una nueva forma de formulación de políticas e implica, igualmente una nueva forma de planificación de las acciones sobre el territorio.

Las políticas productivistas agropecuarias dominan el desarrollo rural

En este momento, como se ha mencionado las políticas de desarrollo rural sostenible giran en torno a una visión productivista agropecuaria. Es necesario dar paso a una visión que incorpore los otros elementos constitutivos de esta realidad rural. Podríamos afirmar que han sido mayores los costos que los beneficios de una visión reducionista, economisista y productivista en el mundo en el medio rural.

Las políticas nacionales centralistas sectorializan el desarrollo

Una de las características de nuestras políticas rurales son sus visiones nacionales centralistas que por naturaleza son sectorializadas, tratan por un lado la salud, por otro lado la infraestructura, por otro lado los desarrollos económicos productivos sectoriales, y es necesario darle un vuelco hacia una visión integral que le es inherente al desarrollo rural territorial. 

Esta integralidad es clara en los niveles locales donde el desarrollo se concibe como la expresión de la convergencia de una serie de factores y dimensiones, donde se unen los temas de salud, los temas productivos, los temas educativos, en una sola visión de desarrollo que es incorporada y manejada por las entidades en el orden territorial. Esta visión implica la necesidad de una nueva concepción de la planificación territorial como parte del desarrollo rural sostenible y se contrapone a las visiones sectoriales, sean compensatorias o productivistas, aplicadas tradicionalmente en los modelos de desarrollo rural. Este es el eje central de la propuesta de política y planificación de el enfoque territorial tratando de incorporar una nueva forma y una nueva visión de planeación territorial. 


[1] Texto ajustado a partir del libro La Nueva Ruralidad, Visión del Territorio en América Latina, Rafael Echeverri, et. al., IICA, 2000


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